La tradición del pueblo Ashaninka de Amazonía comprende un vasto grupo de etnias de la familia lingüística Arawak ubicadas históricamente entre Perú y Brazil. Su área de ocupación se extiende desde el oriente del la cordillera de los Andes y el alto Yurúa en la selva alta entre los 500 y los 1500 msm en valles como Perené, Chanchamayo, Satipo, Ene, Gran Pajonal y los 350 de la selva baja, cono Urubamba y Ucayali. Con aproximadamente 60.000 habitantes se trata del grupo más numeroso de la Amazonía peruana.

La presencia Ashaninka es documentada desde el siglo XVII por cartógrafos y cronistas, pero su sociedad remonta a una época muy anterior y se reconoce por una identidad muy marcada. La localización geográfica, la presencia de artefactos prehispánicos, e la tradicional relación del pueblo Ashaninka entre sus vecinos evidencian la presencia de su cultura entre mundos distintos: la selva baja, la selva alta e la sierra. Hachas de bronce, instrumentos musicales como antaras y varios textiles muestran una relación muy consolidada con las sociedades prehispánicas de la sierra. A su vez las huellas cerámicas incidas, de husos elaborados y de arquitectura de la tradición Hupa Iya en el Ucayali central muestran al rededor del 200 a.C la presencia de los antepasados de los asháninca, quienes mantienen viva su expresión cultural hasta los tiempos históricos de la ocupación franciscana del área de Chanchamayo, del 1635 a la mitad del siglo XVIII.

En ese período, una importante rebelión guiada por el cuzqueño Juan Santos Atahualpa, juntó los pueblos asháninca en una red de defensa de los territorios indígenas, que quedaron libres de la presencia española por más de un siglo. En el siglo XIX sin embargo empresas y colonos volvieron a penetrar estas regiones y en el siglo XX las empresas de caucho antes y de gas-petróleo, mineras y ganaderas después, junto al fenómeno del terrorismo, volvieron a invadir el territorio. A esto se añade en el siglo XXI la presencia de turistas, misioneros y antropólogos, cuyo impacto ambiental no resulta benéfico para la defensa y a la autonomía del mundo indígena. La supervivencia del pueblo asháninca a esta múltiple invasión se debe a la fuerza de su identidad cultural y a la longevidad de sus conocimientos, que llegan al mundo contemporáneo con un patrimonio de saberes eficaces para enfrentar muchos desafíos ambientales del siglo XXI. Hoy los ashánincas se encuentran reunidos en 11 federaciones, bajo la coordinación de la oficina regional de AIDESEP.

Según la cosmovisión ashaninka el dios Sol crea el mundo desprendiendo partículas luminosas de su corona. De allí se han formado los seres y los humanos. El aliento del Sol, el agua y su espíritu, el aire, fluyen en un ciclo que alimenta la vida en la tierra. La creación en la tierra, kamavéni, resulta sostenida por dos cerros, entre los cuales todos los seres forman parte de una red conectada. Alrededor la red de kamavéni existen cuatro mundos de arriba, Jenoki, un mundo de abajo, Osabi, el mundo de la vida y el de la muerte. Cada mundo tiene guardianes, también conocidos como padres o dueños. Las almas de los seres atraviesan diferentes niveles, signalados individualmente por su cushma, una vestimienta que corresponde a la forma visible y material de su cuerpo. Los viajes del alma se realizan gracias a la cushma, que se teje, realiza y cuida con respeto.

La expresión "asháninka" significa "nosotros los relacionados". Por ende todos los que intercambian con reciprocidad y establecen relaciones positivas con los ashánincas se pueden considerar asháninca también. Esta forma de identificarse parte de la calidad de las relaciones y supera la noción de identidad étnica, linguística o política de un pueblo. La misma relación entre conocidos o relacionados depende de esta idea: los amigos en reciprocidad, quienes donan sin pedir algo cambio, son conocidos como ayómpari.

Los indígenas ashaninka existen gracias al bosque, que determina su conocimiento, forma su paisaje, proporciona los recursos y establece las normas de coexistencia entre diferentes especies. No hay indígena sin bosque. Proteger la biósfera significa proteger el bosque y los ashaninka. En particular el movimiento entre selva alta, media y baja y la comunicación con otras sociedades vecinas ha permitido el desarrollo de una cultura silvestre muy vasta.

Interior de una maloca

 

 

 

Cushma Asnaninka

 

 

 

Comunidad con trajes tradicionales

 
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